Johannes Vermeer, uno de los pintores más
representativos del Barroco holandés un gran representante del interiorismo y
uno de los autores que mejor uso de la luz ha logrado en sus obras. Pintor de
encargo y marchante de arte.
Nació en 1631 en el seno de una familia de comerciantes de
objetos de arte. Reynier, el padre de Johannes, se relacionaba con la burguesía
acomodada de Delf y con los artistas, por lo que no es de extrañar que Vermeer
también se relacionase con ellos y aprendiese ciertas técnicas pictóricas en su
juventud.
Sin embargo fue en el gremio de San Lucas donde Vermeer
donde diera rienda suelta al potencial que llevaba dentro y dónde aprendiese
ese estilo interiorista tan personal que le caracteriza. En éste gremio de San
Lucas abundaban los pintores “de encargo”, aquellos que pintaban de forma
exclusiva para los burgueses adinerados, muy dados al gusto de ser retratados
con toda suntuosidad en sus recargadas alcobas y salas de estar.
En 1653 Vermeer se casó con Catharina Bolnes, con la que
tuvo gran descendencia. Se especula que Vermeer, además de pintor pudo
dedicarse a la profesión de su padre como marchante de arte comerciando con
obras ajenas, lo que le hubiera dotado de cierta comodidad económica.
Vermeer tenía un estilo singular, siempre ha sido concebido como el antagonista de los “pequeños maestros”, ya que el “pequeño maestro” pintaba objetos lujosos y exóticos, pero siempre vistos a través del vidrio de las ventanas, contemplados desde la calle, como si estuvieran observados por un viandante más. Vermeer opta, sin embargo, por los espacios interiores, pero no buscando objetos lujosos de familias de alta clase, sino algo que fue su gran obsesión en la pintura… la luz.
Luz y color en las obras de Vermeer.
El creciente interés por Vermeer coincide con el nacimiento impresionista, con su rechazo del estilo académico de tonos oscuros y su dedicación a una pintura al aire libre clara, de colores puros. El color es entendido por los impresionistas como una cualidad de la percepción de la luz, cuya claridad, tonalidad y saturación depende de la longitud de onda de la luz.
El creciente interés por Vermeer coincide con el nacimiento impresionista, con su rechazo del estilo académico de tonos oscuros y su dedicación a una pintura al aire libre clara, de colores puros. El color es entendido por los impresionistas como una cualidad de la percepción de la luz, cuya claridad, tonalidad y saturación depende de la longitud de onda de la luz.
Hoy sabemos que Vermeer se valía de la cámara oscura para
ejecutar la mayoría de sus obras, esto lo apreciamos en las formas borrosas de
los márgenes y en los puntos de luz, el famoso pointillé”. Y es que Vermeer no
trataba de plasmar la realidad tal cual era, sino como la ven nuestros ojos,
humanizando la imagen conforme la luz es captada por el ojo humano.
No hay rastro alguno de muecas, distorsiones o figuras
forzadas, todo fluye de forma natural, desapasionada y despegada incluso.
El motivo de la mesa cubierta por un tapiz, que con tanta
frecuencia se repite en sus obras, alza una barrera entre las figuras
retratadas y el espectador, es parte del simbolismo de Vermeer.
El pintor pretendía con ello, de una forma sutil, distanciar
al espectador del retratado, marcar un límite que el público no pudiese
traspasar.
Vermeer quiere mostrar, pero siempre manteniendo cierta
privacidad, una intimidad que quizás entendamos al concebir al pintor como un
“interiorista”, es la intimidad del hogar, aquella que se produce de puertas
para adentro.
Buena parte de las composiciones de Vermeer presentan a la
mujer como vehículo para criticar los vicios de la sociedad holandesa de su
tiempo, al igual que la mayoría de los pintores de género del barroco. Sin
embargo, encontramos un pequeño grupo,en el que destaca la Lechera,
donde se presenta el modelo en "positivo", mostrando a la mujer como
ejemplo de virtudes y como modelo a imitar. La Lechera no sólo destaca por su
intimista belleza, sino que además ensalza la labor de la criada, criticada por
buena parte de sus contemporáneos como Gerard Douo Nicolaes Maes.
Vermeer nos presenta a la mujer concentrada en su quehacer,
con la mirada baja como símbolo de humildad, vertiendo la leche en un cuenco
con dos asas. La escena se desarrolla en una sobria estancia con paredes
grisáceas en la que destacan los clavos, los agujeros o las grietas de un hogar
humilde. Sobre la mesa, encontramos un cesto con pan y algunos panecillos fuera
de él, lo que para algunos expertos se interpreta como una alusión a la
eucaristía, mientras que la leche sería el símbolo de la pureza.
La potente iluminación inunda la estancia y resalta las brillantes tonalidades, especialmente el amarillo y el azul. Esta iluminación debe su origen a los maestros italianos del Renacimiento, especialmente la escuela veneciana, y de los seguidores de Rembrandt, espacialmente Carel Fabritius.
El cuadro fue desde muy pronto apreciado por los amantes de la pintura de Vermeer, tal y como se pone de manifiesto en el precio elevado pagado por él cuando fue vendido en 1696: 175 florines
La potente iluminación inunda la estancia y resalta las brillantes tonalidades, especialmente el amarillo y el azul. Esta iluminación debe su origen a los maestros italianos del Renacimiento, especialmente la escuela veneciana, y de los seguidores de Rembrandt, espacialmente Carel Fabritius.
El cuadro fue desde muy pronto apreciado por los amantes de la pintura de Vermeer, tal y como se pone de manifiesto en el precio elevado pagado por él cuando fue vendido en 1696: 175 florines
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